La Navidad llega cada año y depende de cada uno cual será la manera que decida vivirla: disfrutarla o padecerla…
Mientras decidís te dejo un regalo de Navidad:
“Las muñecas ocultas”*
(MarGene B. Lyon. Salt Lake City, Utah)
Durante años fui una madre sola, a cargo de la crianza de cinco hijos. Ahora, acababa de volver a casarme con David, un viudo, y me sentía un poco incómoda en la casa de la familia de éste. La adaptación representaba todo un desafío, tanto para mí como para mi nueva familia, lo que incluía a las tres hijas ya crecidas de David.
A medida que se acercaba diciembre, sentí aprensión ante la perspectiva de las fiestas. Ninguno de mis hijos podría venir a casa para Navidad, y yo quería que las hijas de David supieran que las amaba y que me sentía muy feliz formando parte de su familia. ¿Qué podía regalarles?
En septiembre, cuando nos casamos, había comenzado a explorar y reorganizar la casa, para saber dónde estaban las cosas y sentirme más a gusto. Cierto día encontré una vieja caja de zapatos cubierta de polvo. En su interior, envueltos en papel de periódicos viejos, había fragmentos de tres muñecas de cerámica. Yo sabía que Lois, la primera esposa de David, había sido afecta al trabajo con cerámica. Su nuera había mencionada alguna vez que Lois incluso había comenzado a confeccionar muñecas de cerámica para sus tres hijas, pero no había podido terminarlas. ¿Serían estas las muñecas que Lois había empezado a hacer?
Pensé en las hijas de David y mi anhelo de ser amiga de ellas. ¿Sería capaz de terminar las muñecas como regalo de Navidad, no sólo de mi parte sino de parte de su propia añorada madre? Llena de excitación, hablé de mi descubrimiento con David; él compartió mi entusiasmo. En primer lugar, llevé las muñecas a Linda, una experta que me había recomendado una amiga. Quedó asombrada ante la delicadez de las piezas y convino conmigo en esmaltar y hornear las partes de cerámica, armarlas y hacerles unos vestidos. Elegí los colores de las telas pensando en que combinaran con las personas de cada niña. El pelo de cada muñeca tendría un matiz diferente de castaño.
Cuando llegué a casa, estaba sonando el teléfono. Era Linda, con la voz teñida de emoción.
-¿Sabías que estas muñecas estaban dedicadas? –me preguntó.
-¿Qué significa que estén dedicadas?
-En el cuerpo de cerámica, de cada muñeca hay una inscripción: “Para mi querida Kathy”, “Para mi querida Heidi”, “Para mi querida Lorelee”. Debajo de cada inscripción aparece la firma “Con todo mi amor, mamá, 1970”.
Como si llegara desde el pasado la mano de Lois, pensé. Las dedicatorias convirtieron a las muñecas en algo más valioso aún; esperé ansiosa el momento de entregarlas a las hijas de David. Me daba cuenta de que Lois había preparado las partes de cerámica de esas muñecas hacía catorce años, cuando las más pequeñas de las niñas, Lorelee, tenía apenas cinco años.
Finalmente, estuvieron listas. Había escrito una nota para cada una de las niñas, expresándoles mis sentimientos por ellas y por qué eran tan importantes esas muñecas. Destaqué el hecho de que cada muñeca provenía de dos madres que las amaban mucho: su propia madre y yo. Compré cajas de regalos, acomodé las muñecas sobre el papel de seda, puse las notas y las envolví con todo cuidado. Me sentía más excitada con la perspectiva de esos regalos que con ninguno que hubiera dado anteriormente; David se sentía de la misma manera.
Al día siguiente, reunimos a nuestros hijos, sus cónyuges, los nietos y primos, para presentarnos. Sin pronunciar palabra, David y yo entregamos a cada niña su regalo. Comenzaron a desenvolverlos. Primer silencio, después sollozos y, por fin, ríos de lágrimas. De alguna forma, Lois parecía estar presente.
Lorelee me echó los brazos al cuello. Más tarde, Heidi me confió que le había confirmado que yo debía formar parte de la familia. Kathy me escribió una esquela en la que me decía la conmovida que estaba, y lo importante que siempre sería para ella esa muñeca. Gracias a ese regalo de amor proveniente de Lois y de mí misma, finalmente sentí la aceptación y la felicidad de ser un verdadero miembro de la familia de David.
*Cuento extraído de: Miller, J. C., Lewis, L. y Basye Sander, J.: “Milagros de Navidad. Historias mágicas y reales que iluminan el alma.”, Javier Vergara, Buenos Aires, 1999, pp 99- 101.
Imagen de Dosisgeek
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